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Adultos
Desde el enfoque del trauma, el apego y la Perinatalidad, tratamos los distintos trastornos como una expresión y consecuencia del tipo de apego y vínculos que establecemos en nuestra infancia desde la etapa perinatal, junto con las vivencias de la persona y la existencia de posibles traumas, que como consecuencia han ido generando una predisposición al desarrollo en la vida adulta de distintos tipos de trastornos o dificultades. Dichos trastornos psicológicos son la punta del iceberg de algo mucho más profundo y que sucede dentro del mundo interno de la persona.
Abuso y maltrato (físico, emocional, sexual)
El haber sufrido algún tipo de abuso o maltrato genera un daño no solo a nivel físico sino también a nivel emocional, siendo las heridas emocionales las que más tardan en cicatrizar, llegando a condicionar o distorsionar nuestra manera de vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea; como consecuencia, lo que antes se percibía como seguro ahora se vive como potencialmente peligroso.
Duelo
El duelo está mucho más presente en nuestras vidas de lo que imaginamos; bien sea por la pérdida de alguien, física (muerte de un ser querido o una mascota...) o emocionalmente (rupturas, distanciamientos...). Un traslado de vivienda, lugar de residencia o de trabajo implica un cambio importante y, aunque sea positivo, como cualquier cambio, genera algún coste emocional para la persona o pérdidas secundarias asociadas a dicho cambio, un proceso que implica realizar un duelo.
Depresión y tristeza
Si entendemos la tristeza como un continuo que va desde el sentirnos tristes a un trastorno de depresión mayor, en el otro extremo de la línea, podemos observar cómo el sentirnos tristes es algo natural, una emoción que todos experimentamos en mayor o menor medida a lo largo de nuestra vida, sin significar eso que siempre se trate de una depresión. Sin embargo, cuando esa emoción perdura en el tiempo sin ser reconocida o sin poder ser digerida, será necesario poder darle un espacio para poder tratarla, facilitando su reconocimiento y expresión. Esto marcará la diferencia entre vivir en la tristeza o poder llegar a vivir con la tristeza como una emoción más por la que transitar.
Dependencia emocional
Desde la perspectiva del apego, el tipo de vínculo que hayamos desarrollado en nuestra infancia determinará nuestra manera de vincularnos y relacionarnos en la edad adulta. Si la base de ese apego es seguro, entonces como adultos estableceremos vínculos sanos. Si por el contrario el apego de base es inseguro, en la edad adulta la persona tenderá a establecer relaciones de dependencia o codependencia; donde la persona, cuyas necesidades emocionales infantiles no han sido cubiertas de forma satisfactoria, buscará a través del otro la manera de poder satisfacerlas. Esto es así, aunque le suponga algún tipo de daño, ya que el malestar generado por la idea de “no poder vivir sin esa persona”, fruto de la herida de apego, es mayor que el malestar de mantener esa relación dañina.
Trastornos de personalidad
Teniendo en cuenta una carga genética y las experiencias vividas durante la infancia en un entorno difícil; se van desarrollando un conjunto de rasgos, cualidades y características psíquicas en la persona, basadas en el aprendizaje de creencias distorsionadas sobre uno mismo, los otros y el mundo que le rodea. En función de estas creencias aprendidas, la persona tiene problemas a la hora de relacionarse, generándole mucho malestar emocional, lo que le dificulta llevar a cabo las actividades de la vida diaria con normalidad.
Ansiedad y fobias
La ansiedad y el miedo intenso a algo son respuestas fisiológicas y emocionales ante situaciones que hemos aprendido a valorar como peligrosas. Este aprendizaje hace que estemos en alerta ante lo que percibimos como amenazante, generando con el tiempo que el cuerpo reaccione anticipando el peligro aunque no esté presente.
Obsesiones y compulsiones
Las obsesiones son un tipo de hábitos de pensamiento de carácter rumiativo que lleva a la persona a dar vueltas, una y otra vez, sobre una misma idea o creencia; lo que genera mucho malestar. La ansiedad que este tipo de pensamientos genera suele llevar a desarrollar algún tipo de conducta compulsiva, o compulsión, que surge para calmar ese malestar. Sin embargo, el alivio que genera ese tipo de conductas es transitorio y a la larga termina creando mucha más ansiedad y sufrimiento en la persona, reforzando así un ciclo de obsesión y compulsión que parece no tener fin.
Adicciones
Existen distintos tipos de adicciones, a sustancias (alcohol, drogas...) a las compras (comprar compulsiva mente ropa u otros objetos) al trabajo, a las redes sociales o al móvil. Sea del tipo que sea, la adicción obedece a una conducta impulsiva que trata de cubrir o anestesiar algún tipo de emoción o malestar que la persona no está pudiendo gestionar; siendo la sensación de vacío emocional la que más presente suele estar debajo de este tipo de problemáticas.
Baja autoestima e inseguridad
La mayoría de problemas de baja autoestima e inseguridad en la edad adulta, están relacionados con modelos educativos críticos y exigentes en la infancia, centrados en alcanzar logros y metas, no en la valoración del esfuerzo y las cualidades innatas de la persona. Desarrollando en la persona una manera crítica y distorsionada de verse y relacionarse consigo mismo, lo cual genera mucha inseguridad. También cuando en la infancia hubo ausencia de refuerzo o de refuerzo positivo, o sólo se dio refuerzo negativo, impide o dificulta que la persona pueda ir desarrollando una idea ajustada a cerca de sí mismo, de cuáles son sus cualidades, aptitudes, puntos fuertes, o aquello a mejorar; lo cual impide el desarrollo de una autoestima sana.
Somatización o trastornos psicosomáticos
La somatización o el trastorno psicosomático, en su manifestación más grave y duradera en el tiempo, es el proceso por el cual el malestar emocional o psicológico de una persona se pone de manifiesto en el cuerpo a nivel de síntomas o enfermedad física. Esto se debe a que existe una estrecha interacción entre los procesos fisiológicos, que regulan nuestra mente y estados emocionales, y nuestro cuerpo. En estos casos en los que el origen del síntoma físico no es orgánico, sino emocional, el reconocer y procesar la emoción o el conflicto psicológico que hay debajo de ese malestar, será de vital importancia y parte del tratamiento para la remisión del mismo.
Espacio para profesionales y cuidadores
Sanitarios celadores, enfermeras, matronas, médicos, …. Emergencias: bomberos, protección civil, Seguridad ciudadana: policía Cuidadores de personas dependientes (enfermos, mayores, necesidades especiales…) Los cuidadores inmersos en situaciones traumáticas, por su intensidad o bien por su repetición, no suelen contar con un espacio para atender sus emociones y todo lo que le ha supuesto o está suponiendo ese evento. En consecuencia, se produce como mecanismo de defensa una desconexión de las emociones, evitar pensar en ello, desinterés en el trabajo o en la vida diaria, cansancio, dificultades relacionadas con el sueño y la alimentación, ansiedad, pérdida de ilusión, somatizaciones… Toda persona dedicada a cuidar necesita ser cuidada, tener un espacio para dejar de cuidar, para poder conectar con ellos mismos, sus emociones, donde recibir el apoyo que necesiten y desarrollar herramientas internas con las que gestionar futuras situaciones.